Descubriendo el EGO: Cómo transformarlo en tu aliado

Hace aproximadamente un año, decidí hacerme una limpieza mediante una Terapia de Respuesta Espiritual (TRE). Es una especie de limpieza de archivos del alma que te ayuda a liberar ataduras que no te permiten avanzar, ya que arrastras energías pasadas o de otras vidas. Es muy interesante.

El cuento es que la recomendación de mi querida amiga Yolanda al finalizar la terapia fue que debía trabajar en mejorar mi ego. Mi reacción fue de confusión total; le dije «ok», pero dentro de mí pensaba: «¿El ego? ¿Pero si yo no soy una persona que se cree más que nadie?»

La verdad es que no le di mucha importancia hasta hace un par de semanas, cuando descubrí que el ego es muchísimo más importante de lo que yo pensaba.

Crecí, como muchos, escuchando que cuando una persona decía de sí misma: «Qué bella soy» o «Qué bien lo estoy haciendo», la respuesta era: «¡Agárralo, que se te está yendo el ego!» Entonces, para mí, el ego estaba intrínsecamente ligado a una alta autoestima, pero de una manera no saludable; algo que incluso podía afectar a otras personas.

Leyendo un libro de Rut Nieves llamado «Haz tus sueños realidad», descubrí que el ego va mucho más allá: puede ser el responsable de que no puedas avanzar ni crecer como persona o profesional.

¿Qué es el ego?

Según la RAE:

En el psicoanálisis de Freud, instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superyó y la realidad del mundo exterior.

RAE – Real Academia Española

En palabras simples y como yo lo entiendo: es la parte de la mente consciente que nos ayuda a tomar decisiones e influye en cómo actuamos, nos vemos o nos sentimos en diversas situaciones de nuestra vida.

El ego influye en cómo te desenvuelves en el mundo. Por ejemplo, Rut explica que existen dos maneras de vivir una situación: desde el ego o desde el amor. Cuando actúas desde el amor, estás en la parte del positivismo, viendo las cosas de otra manera, buscando el lado positivo para entender que cada cosa es una experiencia que nos hace crecer. Mientras que el ego es el miedo hablando dentro de nosotros: miedo a tomar decisiones, actuar de forma impulsiva o defensiva ante las situaciones, pensar de forma negativa, compararnos constantemente, juzgar, criticar y no ser capaces de ver nuestras habilidades, esas que a veces sí ven otras personas.

Entonces, trabajar en el ego es completamente necesario para avanzar, para tener una autoestima sana. Hasta el momento, yo pensaba que tenía buena autoestima porque me acepto tal como soy, me encanta ser quien soy y cómo me veo físicamente. Pero no me di cuenta de que el llamado «síndrome del impostor», que siempre he pensado que tengo, está ligado al ego.

Al leer este libro, realmente me hizo entender o preguntarme si solo yo tenía esa duda acerca de lo que era el ego, porque no es solo creerse más que los demás, también es sentirse menos que los demás. Entonces, lo importante es buscar un equilibrio y estar en el medio, donde el ego sea saludable.

¿Qué es un ego saludable?

Un ego saludable nos permite ser capaces de ver quiénes somos, cuáles son nuestras habilidades y mantenernos motivados para evitar la procrastinación y la falta de resiliencia, porque eso no es más que duda.

Si nuestro ego está en una posición ideal, seremos conscientes de que somos capaces en todo momento y podremos mantenernos en constante crecimiento.

¿Cómo hacer las paces con nuestro ego?

Existen muchas maneras en las que podemos mejorar la relación que tenemos con nuestro ego, y las que a mí me están funcionando hasta el momento son:

  • Ser capaz de reconocer las habilidades y logros: Debes comenzar a creer en ti, a aceptar y celebrar tus logros. Que puedas levantarte cada día y prepararte para salir de casa ya es un gran logro. Reconócete sin miedo a pensar que es muy poco lo que estás haciendo, porque todo lo que haces es maravilloso.
  • Ser agradecido: Practicar la gratitud es súper importante porque es normal sentirse rodando en una bola de negatividad en la que solo eres capaz de ver lo que no tienes. A mí me pasa; lejos de tener una vida minimalista, mi ego me lanza a un barranco de carencias donde solo veo vacíos. Este ejercicio de agradecer lo que se tiene nos hace percibir de una manera distinta nuestro entorno, y no solo ser gratos por las cosas materiales que poseemos, sino también por nosotros mismos, porque poder caminar, hablar, respirar, hacer y movernos ya es motivo suficiente para agradecer.
  • Aceptar críticas negativas o positivas: Cuando nos dan críticas positivas y nuestro ego no está en un nivel adecuado, pensamos que no las merecemos, que cualquiera podría haberlo hecho, o que el mérito no es nuestro. Mientras que, si recibimos una crítica negativa, la vemos como un ataque y no sabemos cómo defendernos; lo único que hacemos es atacar también.
  • Cultivar la empatía: Tratar de entender por qué una persona hace comentarios o acciones hirientes es entender que el problema no eres tú, sino la otra persona, que de cierta manera no tiene las herramientas para manejar lo que siente y lo expresa como una crítica hacia ti. Tú eliges si agrandas el problema o si comprendes y calmas la situación.

La solución definitiva para callar a tu ego

Antes de finalizar este blog, quisiera decirte que sí existe una «fórmula mágica» para callar a tu ego. No puedes eliminarlo, él vivirá contigo siempre, pero hay una forma de calmarlo, y estos son los pasos:

  • Reconócelo: ¿Cómo lo puedes hacer? Cuando escuches tu voz interior diciéndote «no lo vas a poder hacer», «siempre eres igual», «no eres constante», esa no es tu voz, es la de tu ego.
  • Dale una personalidad: Imagínate a tu ego como un personaje gracioso, con una voz aguda y un poco patético. Así, cuando esos pensamientos y conversaciones vengan a tu cabeza, sabrás que no eres tú; es la voz de tu ego que quiere que te quedes en la zona del miedo y no avances.
  • Cállalo: Así de sencillo. En el momento en que tengas ese pensamiento, reconozcas que es tu ego y puedas escuchar su patética voz, dile: «¡Cállate! Tú no tienes razón».

Parece tonto, pero no lo es. Es un ejercicio maravilloso que te hará salir de esa zona de miedo en la que estás y te permitirá hacer las cosas que siempre has querido porque no habrá nadie frenándote.

Este es el único ejercicio que a mí me ayudó de inmediato a callar la voz de mi ego. Practícalo y luego me cuentas cómo te va.

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