Cada vez es más fácil ser viral y conocido que ser auténtico. Las redes sociales han llevado a muchas personas a buscar aceptación y visibilidad a toda costa, sin importar las consecuencias físicas o emocionales.
Vivimos en la era de la ansiedad y la depresión, atrapados en una carrera sin meta, donde el tiempo nunca es suficiente. Frases como «no tengo tiempo», «estoy ocupado» o «hazlo rápido» se han convertido en mantras diarios. Pero, ¿Qué pasaría si decidiéramos ir más despacio? ¿Si nos permitiéramos contemplar nuestro entorno, desconectarnos de la tecnología por momentos y simplemente sentir?
No estoy diciendo que debamos abandonar la tecnología por completo. Sería ir en contra de los tiempos actuales y de los avances que han facilitado tantas tareas de nuestra vida diaria. Sin embargo, creo firmemente en usarla con conciencia.
La clave está en no permitir que la tecnología nos domine, sino en recordarnos que somos nosotros quienes decidimos cómo usarla, qué contenidos consumir y cuánto tiempo dedicarle.
Personalmente, uso la tecnología para leer libros digitales, tomar notas y gestionar mis redes sociales. Pero cuando siento que empieza a dominarme, mi cuerpo reacciona. Aparecen la duda, la desmotivación y la sensación de estar perdiéndome algo, como si la vida fuera una competencia para demostrar quién logra más cosas en el mismo tiempo.
Encontrar un equilibrio entre la vida moderna y la tradicional puede parecer complicado, pero es más fácil de lo que imaginas. No te voy a pedir que medites (yo tampoco sé hacerlo).
Solo te invito a sentarte frente a una ventana o en un lugar cómodo, dejar a un lado tu teléfono, computadora, reloj inteligente o cualquier dispositivo, y simplemente observar.
Fíjate en las nubes y cómo se mueven. Escucha el canto de un pájaro. Mira tus manos, esas que trabajan tanto, y date un abrazo. Incluso las viejas telarañas en la pared cuentan historias. Detente, respira y recuerda: tú vales más que la vida ajetreada y cargada que llevas hoy.
Date permiso para vivir más despacio.